Afortunadamente no sólo de gripes y olas de frío vive mi timeline en Twitter, un lugar imprescindible, donde saciar mi curiosidad y ponerme en contacto con el basto mundo que me rodea y en el que pasan infinitas cosas que se suceden en forma de tuit en la palma de mi mano. En una de mis compulsivas subidas y bajadas en la pantalla de mi iPhone, mi dedo dio con una publicación de la cuenta de Dolce & Gabanna en la que informaban de su último desfile DGPrinces, del cual no hubiese querido saber más sino fuese por sus protagonistas, expertos en posar pero no en andar, ya que se subían por primera vez a la pasarela.
Aquí uno está orgulloso de haber pasado mi adolescencia en los maravillosos 90, una época en la que las carpetas del instituto se forraban con fotos de Naomi Campbell y Cindy Crawford (Hoy quiero confesar que en la mía, llevaba la icónica imagen de Janet Jackson en toples con dos manos cubriéndole los pechos), las supermodelos habían echado de las principales portada a las actrices de toda la vida. Ellas que igual desfilaban, que escribían libros o abrían hamburgueserías donde vendían una hamburguesas que nunca comerían, eran las absolutas superstars en el mismo momento en el que Calvin Klein empezó a forrarse vendiendo calzoncillos.
Hoy ya no reinan solas y solos, porque una legión de cuentas de instagram, como la que protagonizó el desfile de los italianos, son las celebridades del presente. Los influencers digitales desfilaron sobre la pasarela sin ser modelos pero provocando una atracción sobre sus millennials contemporáneos , comparable a la intensidad con la que las marcas de lujo intentan llegar a este público que ha nacido con los dedos de sus manos pegados a la pantalla del teléfono.
Primero fue Loewe poniéndole un bolso en la cabeza a unos cuantos modernos, hijos de famosos por Madrid, parecía una broma pero no, aunque fue efectivo. Recientemente Chanel hizo de su carrusel un gran Big Data y hoy Domenico y Stefano intentan ganar mozos y mozas adeptos a sus prendas con unos bolsillos muy bonitos pero no aptos para todos. Porque me pregunto cuántos chavales pueden gastarse 500 € en unos pantalones de algodón. Seguro que cuando acaben los estudios y encuentren los fantásticos trabajos tan bien remunerados que abundan en este país, comprarán, con un sueldo mínimo hoy, ya tienes unos…
El tiempo pasa demasiado rápido. Ayer eran lo más y hoy no hay suficientes blogs para tantas blogeras de moda, un burbuja que ya ha explotado dejando en el camino a una multitud de aficionadas al postureo. Madonna cantaba aquello de Time goes be so slowly pero tiene 58 y ahora vive injustamente relegada en un star system donde Britney ya es mayor. Tenemos influencers para rato pero no para siempre y ya me pica la curiosidad por saber que nueva figura nacerá y emergerá, caducando al resto, para convertirse en el nuevo rey del mambo y referencia social para ser superguay…