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Ciudadano Cano

MUCHA VIDA

Acabo de aterrizar de un lugar que desde pequeño se me ha presentado como sinónimo de lejanía, “ni que te fueras a la Conchinchina” me repetían cada vez que las visiones de distancia se presentaban confrontadas. Ahora ya puedo decir que me he ido hasta la Conchinchina y que he vuelto, con todas sus largas horas de vuelo y su correspondiente atracón de películas de estreno en butaca turista, con las que amenizar el trayecto.
El viaje ya se ha convertido en recuerdo y lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en Vietnam, ya con el corazón conquistado por su gente y lugares, es una conclusión en forma de sensación ¿Cómo es posible encontrarme con un pueblo que está tan lleno de una vida que tantas veces le han intentado arrebatar?. Chinos, franceses, americanos, ciudadanos de países que fueron invasores hoy son su turismo, al que reciben con los brazos abiertos,sin rencor aparente, con mucho de supervivencia por delante, pero con todo un ejemplo de comportamiento cuando existen tantas cicatrices, muchas tiernas.
Y ahí, en un contraste constante, me crucé con visitantes con ganas de conocer y vietnamitas con ganas de vivir. Empezando por el sur, Saigón, mezcla de vanguardia y tradición con ese raro encanto de los lugares que fueron testigos del horror, en hoteles como el Caravelle o el Continental, desde donde los periodistas internacionales contaban guerra. La isla de Phú Quốc, una cárcel y tortura en el pasado y que hoy es un paraíso en el golfo de Tailandia donde he vivido puestas de sol que no olvidaré. En Hué pisé por donde nacieron y murieron emperadores, pagodas y palacios que son majestuosidad y patrimonio de la humanidad. La Unesco también preserva el casco antiguo de Hoy An, una pequeña ciudad que se encuentra en la costa del mar de la China Meridional, recorrerlo fue viajar a uno de los pocos pasados del país al que no tocaron las bombas. En el norte, multitud visitante, porque el paisaje impone y uno se siente pequeño en verdes montañas de Sapa o ante las mil formas de las islas de la bahía de Ha Long donde antaño, en la ficción, disfrutaba viendo a Son Goku entrenar. En Hanoi, la capital, es donde más vida encontré, lo antiguo y lo nuevo entre el rugido feroz de cientos de miles de motos.
Es el segundo mundo que aspira a primero. Parece feliz con menos y todavía no sabe que cuanto más tenga, más necesidades y problemas, algunos innecesarios que seguramente contaminarán esas ganas de vida…

By FerranCano, 20/04/2017
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