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Diario Levante EMV

CHIN CHIN

Últimamente encuentro más entretenimiento en la viralidad que en la generalidad de mis 42 pulgadas, es un hecho, y cada vez más. Si existiese un estudio de cuánto tiempo pasamos cada españolito delante de una pantalla, en verano, me aventuro a asegurar que ganaría por goleada las horas smart, delante de una táctil, que el tiempo ante el televisor de toda la vida…

Y cómo ha cambiado esa pantalla, además de perder su grosor hasta la mínima expresión y ganar definición hasta percibir cada poro de quién allí aparece, las formas y el contenido resultan de otro mundo si echamos la vista atrás. Lo pensaba al ver el video viral que corre esta semana por Twitter, la cabecera de uno de lo primeros programas de una Telecinco en pañales allá por 1990. Por entonces, en la pantalla amiga no se discutía tanto y todos los días parecían nochevieja. “Ay qué calor…” se titulaba el concurso que comenzaba con un festival de primeros planos de culos, senos y ombligos, femeninos. Se llamaban chin chin y eran herencia de la corriente Pajares – Esteso que todavía estaba reciente. Lo que venía después hoy sería impensable. Un señor verde y feo que además de formular preguntas, no paraba de hacer comentarios soeces a unas azafatas que sonreían y mostraban pechos sin descanso. No habían paneles ni casillas, sólo corpiños que se abrían y descubrían carne… La sombra Berlusconi se respiraba en la nueva privada materializada por Valerio Lazarov, y ellas eran las primeras velinas, esa figura que tantos capítulos oscuros protagonizarían después en chalets, lejos del plató, y en el ocaso del presidente magnate.

Lo políticamente correcto no alcanzaba todavía a una sociedad infinitamente más sexista que la de hoy. Ríete del machismo que algunos denuncian recientemente en las letra de Despacito o Súbeme la radio, melodías veraniegas que son puro progresismo al lado de las chin chin o las Mama Chicho. Ellas se contoneaban cuando todavía se respiraba ese aire falso progre de quién las consumía, un hombre que venía de una generación educada en la represión y que acababa de finiquitar la transición. Las tetas no eran más que un producto para aquellos que no vivían como querían, todo muy básico. Y afortunadamente para nuestra sociedad, ahora es todo, aunque mejorable, bastante diferente…

By FerranCano, 24/08/2017
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