En estas últimas lineas del año que me quedan por escribiros, me hubiese gustado hacer un repaso a lo mejor de la etapa que cerramos, que es lo que se suele hacer en estos casos. Pero lo que veo a mi alrededor se ha cogido de la mano con la actualidad y me obliga a hablar de lo peor. Es la muerte, inevitable, además de insoportable, porque la ausencia siempre duele a los que se quedan y especialmente la prematura, aquella que sucede antes de lo que creemos que toca.
Así entiendo a los que prefieren correr más en el esprint final del año por eso de que a lo mejor, yendo más rápido duele menos. La población ha estado dividida en estos días señalados con lazo rojo, entre los de la felicidad de la celebración y la tristeza de la añoranza, alegres y deprimidos, según las circunstancias, las presencias o ausencias y es que ahí Nacho Cano lo clavó, cuando escribió aquello de “los que ya no están echaremos de menos” en Un año más, la canción de entrada y salida anual. Lo he visto en algunos de los que me rodean y no puedo evitar sentir compasión por el dolor de aquellos que viven sin la vida de los que quieren en tiempos de obligada buena cara.
Madonna maldice públicamente el 2016 porque otro de los grandes se ha ido y lo hace justo el mismo día en el que la mitad del globo se encuentra bailando su himno navideño, Last christmas,
el cual, ya se sabe, hay que escuchar enfundado en el calor que sólo ofrece un suéter de jaquard.
George Michael, además de poner de moda esos vaqueros rotos que tanto detestaban nuestras abuelas, ha sido libertad cantada, como el resto de obituarios magnos de este fatal 2016 para la música que se ha llevado también a Bowie, Prince, Cohen. Todos ya pasan juntos el fin de año en el otro lado, disfrutando de ese estatus de mito que ya se habían ganado con creces mucho antes de abandonarnos.
Como se suele decir siempre nos quedara su música, cierto, porque en el momento en el que colosales artistas marchan, llega con fuerza la nostalgia y sus trabajos se venden más que en vida. En el caso de George llegué a contabilizar el día después de su pérdida, diez de sus discos entre los 50 más descargados de iTunes. Siempre pasa igual, no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos y a las personas, artistas o no, se les valora más cuando no las tienes. Así que aprovechemos el presente y el año que está a punto de nacer, para compartir la vida con todos aquellos que valga la pena. A ver si espabilamos los que estamos vivos y en el año que viene nos reímos, a ser posible mucho… Gran y dichoso 2017 queridos lectores.