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Revista Urban

AMOR FALLERO

A las fallas las quiero desde el momento en el que vine a vivir a esta ciudad y las amo desde que me acerqué a ellas por trabajo. En la televisión valenciana disfruté desde lo más profundo de la fiesta, Nits de la cremà, ofrenes, plantaes y muchísimas mascletaes en primera línea de fuego, una desde dentro de la jaula con traje de bombero incluido. Vaya por delante.
Hace un par de años cambié la tradición, por eso, mientras lees estas líneas ya me encontraré muy lejos, estaré en un lugar exótico, donde las olas o el gentío de los mercadillos locales serán los únicos sonidos que puedan perturbar mi sueño. Emprendo mi viaje, con premeditación, huyendo del sobresalto del masclet en la vuelta de cada esquina. En esta semana grande en la que una ciudad tan grande como Valencia está engullida en un maremágnum de visitas, folclore y germanor, me encuentro buscando otras calles, intentando romper con un paisaje festivo inundado de manadas de turistas, maravillosos ninots y una multitud, imparable, ataviada con el forro polar monocolor.

Pero como tampoco puedo vivir sin ellas, antes, mi cuerpo fallero ya lo ha disfrutado y mucho. En las últimas dos semanas he vibrado con cinco mascletaes, una con nocturnidad y preciosidad, dos en un balcón, rodeado de sociedad, con vistas privilegiadas a la catedral de la pólvora, y con la comodidad que ofrece el espacio entre cuerpo y cuerpo que evita momentos claustrofóbicos provocados por el ansia de ruido. Otras dos desde lejos, en la calles, San Vicent y María Cristina, con una caña doble y una compañía tan buena que se me olvidó el porqué pirotécnico de estar ahí. Y es que la pólvora con leña, es la mejor excusa para echar la ropa a lavar después de celebrar una buena paella con amigos en un céntrico solar. Me he arrepentido de comer cantidad ingente de buñuelos con chocolate y después de hacerlo, ha pasado por mi cabeza el gym, como penitencia. Me he unido a mi a veces enemiga, la polémica carpa, allí la noche pasa en un suspiro de notas musicales donde aprecio un exceso evidente de reguetón. También he movido el cuerpo al ritmo de charanga, he visto subir día a día las piezas de mi falla favorita, la del Pilar. He sufrido las inclemencias del tiempo y he sufrido por todos los valientes, artistas falleros que han construido el paisaje de tantas calles y plazas para la efímera ocasión.
Creo que ya ha estado bien, puedo decir a casi 11.000 km de estas páginas que sostienes, que he sobrevivido a los días previos de los días grandes, justo lo necesario, más será too much… Con todo mi amor fallero, bones festes!

By FerranCano, 16/03/2017
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