Permitidme que haga un poco el Grinch pero es que ya no hay escapatoria, o haces como una amiga que huye rumbo al sol el día el la lotería y vuelve empezado el nuevo año, o te quedas en tierra de zambomba, atrapado en un mundo de guirnaldas y luces de los chinos. Los signos de la navidad ya están aquí, los noté hace tiempo,en el puente de noviembre y van aumentando al mismo ritmo que escala puestos en la lista de iTunes el All I Want For Christmas de Mariah Carey. Pasa cada año desde hace dos décadas, su presencia será global durante cuatro semanas y su himno, un A Belén pastores del s XXI que sólo puede interpretar ella, tan excesiva, vulgar e imprescindible en el imaginario navideño contemporáneo. Porque la navidad pagana, la que nace en el Macy’s y no en Jerusalén, es Mariah, vestida de Santa Claus y superescotada cómo no…
Su melodía me llena pero hay otras que no, aquellas que machacan cualquier cabeza humana con diadema de reno que se precie, te persiguen y da igual donde estés, porque siempre te encuentran. De compras, en el súper, entran en tu casa a través de la tele y te invaden, compulsivamente, en baterías interminables de anuncios en los que las familias siempre sonríen y están unidas. Un lugar sin crisis donde los niños feos no existen y en los que la paz, reina en mesas copiosas de alimentos y vacías, de las tan tradicionales como reales, discusiones consanguíneas que suben en intensidad a medida que baja la copa de Barbadillo.
Recurrir al iphone es una opción para desconectar de la realidad, eso sí, ignorando el spam viral que fluye sin cesar en el whatsapp y evitando entrar en Facebook. Estos días está extendida la publicación en masa del year in review 2016 con los mejores y prescindibles momentos del año: Véase el festival de paellas, gin-tonics, fotos de vástagos con los que exteriorizar el orgullo de padres, pieles cuando estaban bronceadas, muchas irritadas, fotos en la mejor compañía y demás tópicos del postureo social que reina en el muro virtual…
En la parte positiva, eterna e invariable siempre me quedará Raphael, su tamborilero y ahora también sus Infinitos Bailes, pues eso, a bailar quien quiera olvidar…
